El elevador del 403

¡Otra vez!
¡Otra vez!

Son dos, pero el de los pasajeros dejó de dar señales de vida hace más de un mes así que nos queda uno: el de carga.  El de carga era aquél que todos evitaban. Ese que amenazaba con quedarse a diario, e inclusive estuvo meses fuera de servicio. Ahora ese es el que nos queda. Pero es malo y caprichoso. Le gusta jugar con nuestros sentimientos y aparentemente piensa que estamos todos gordos y debemos subir las escaleras. A menos que sea un plan maquiavélico del jefe, pero lo dudo. Es el elevador en complot con Satanás. No hay duda. Ya nos tuvo 3 días en enero subiendo los 14 pisos. De seguro se reía de nosotros al ver como las supuestas horas de gym se desvanecían en la nada. Esas piernas que jurábamos  ser poderosas comenzaron a flaquear en el 6to piso, delatando que todos somos un chorro de pussies malacostumbrados a tener máquinas que nos hagan las cosas.

Y la máquina se reía…

Hace dos días volvió a jugarnos la sucia. Quedao. Y claro, como el otro se quitó por completo no nos quedó de otra. Por ahí pa’ arriba los 14 pisos.  Quizás piensa que nos hace un favor. Después de todo nos quejamos de que la vida es muy cara y de que es muy difícil mantenerse en forma. ¿Quién tiene tiempo para ir al gym? ¡Pues sube las escaleras!

Se que la máquina se reía…

Luego del piso seis comencé a alucinar, digo, pienso yo, porque que yo sepa los elevadores no hablan. “Yo lo hago todos los días,” me decía. “Sube y baja del 0 al 15 sin parar. 20, 30, cuántas veces sea necesario. Y mira, sin dar la queja. Total, eres completamente capaz de subir y no se te va a caer un canto. Simplemente es que eres vaga.”

Y con esa seguí subiendo. La palabra vaga retumbaba en mi cabeza mientras mis piernas temblaban ya llegando al piso once. ¡Virgen! Creo que me voy a caer, pensé.

Y la máquina se reía…

mariceljimenez

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